La tala de bosques, el saqueo de los mares y suelos, y la contaminación del aire y el agua están llevando al mundo natural al borde del abismo. Los principales impulsores son nuestra necesidad de más alimentos y de más energía.
¿Qué es lo que está sucediendo?
Según el informe sobre biodiversidad más reciente presentado por el Programa para el Medio Ambiente de la ONU, “La salud de los ecosistemas, de los que nosotros y todas las demás especies dependemos, se está deteriorando a una velocidad nunca vista. Estamos erosionando los cimientos de las economías, los medios de vida, la seguridad alimentaria, la salud y la calidad de vida en todo el mundo".
La primera consecuencia es que un millón de especies animales y vegetales están ahora en peligro de extinción. Más del 40% de las especies de anfibios, un 33% de los arrecifes de coral y más de un tercio de todos los mamíferos marinos están amenazados. Igualmente, se estima que el 10% de las especies de insectos está en peligro... lo que no es irrelevante: más de 500.000.000.000 € anuales en cultivos están hoy en riesgo por la pérdida de polinizadores
Pero la reducción de la biodiversidad está abarcando todos los ámbitos y escalas posibles: los ecosistemas, las especies, las poblaciones silvestres, las variedades locales y las clases de plantas y animales domesticados se están reduciendo, deteriorando o desapareciendo. La red de conexiones de la vida en la Tierra se está haciendo cada vez más pequeña.
¿Tenemos nosotros algo que ver?
Pues veamos: según la ONU, las causas inmediatas de esta situación, en orden de mayor a menor importancia, son las siguientes:
- los cambios en el uso de la tierra y del mar, tales como la sustitución de selvas tropicales de África, Indonesia y la Amazonía por cultivos, o la sustitución de manglares y otros bosques de ribera por piscifactorías;
- la explotación directa de los seres vivos, como la pesca descontrolada del atún rojo; de hecho, solo un 7% de lo que se pesca se hace sin poner en riesgo el futuro de estas especies;
- el cambio climático: en estos 25 años, las emisiones de gases de invernadero han aumentado tanto que van camino de duplicarse;
- la contaminación: de los mares con petróleo (el desastre del Prestige en 2002 contaminó con chapapote unos 2000 kilómetros de costa española, francesa y portuguesa), con radioactividad (el accidente de la central nuclear de Fukushima, a los 15 años de inaugurarse el instituto, emitió grandes cantidades de isótopos radiactivos de iodo y cesio) con plásticos (producimos ¡7 veces más plásticos que hace 25 años!); de los suelos con metales pesados (a los 2 años de edad de nuestro instituto, la rotura de la balsa minera de Aznalcóllar provocó un vertido de lodos tóxicos en el Parque Nacional de Doñana), de los acuíferos con insecticidas y fertilizantes; del aire...;
- y la introducción de especies exóticas invasoras, que desplazan a las autóctonas.
¿Pero por qué hacemos esto?
Todo lo anterior, como se ve, es el resultado de la acción humana. Pero ¿qué es lo que nos lleva a perpetrar todas estas formas de agresión a gran escala a la Naturaleza? Pues, según la ONU, los motivos más importantes parecen ser los siguientes:
- somos demasiados: ni más ni menos que unos 2.100.000.000 de personas más que en 1996; por ello, más de un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi un 75% de los recursos de agua dulce se dedican ahora a la producción agrícola o ganadera;
- el aumento del consumo per cápita: piensa, por ejemplo, que los teléfonos móviles digitales apenas estaban apareciendo en 1996, que nadie tenía una PlayStation y casi nadie un ordenador en casa;
- la innovación tecnológica, que en algunos casos ha disminuido el daño a la naturaleza (gracias a la tecnología reciclamos más que hace 25 años) pero que en muchos otros lo ha aumentado (por ejemplo: la tecnología demanda una cantidad ingente de metales y de energía que hay que extraer de las entrañas de la Tierra; además produce una enorme cantidad de residuos, por ejemplo, de plásticos, que no hay bacteria que les eche el diente);
- el hecho de que la extracción de recursos y el deterioro ambiental más evidente a menudo ocurren en una parte del mundo, para satisfacer las necesidades de consumidores de lugares muy distantes del planeta: ojos que no ven, corazón que no siente;
- y la mala gobernabilidad y falta de rendición de cuentas por parte de los gobiernos y de las empresas... Cuando algunas de las mayores economías del mundo están regidas por dictaduras declaradas o encubiertas, ¿qué rendición de cuentas se puede esperar?
¿Y estamos mejor en algo?
La verdad es que sí. Empezando por la implicación de los científicos y las grandes organizaciones intergubernamentales a la hora tanto de informar a la población de la situación dramática a la que nos encaminamos, como de asesorar a los gobiernos acerca de las medidas que pueden tomar; es el caso del Programa para el Medio Ambiente de la ONU y sus múltiples iniciativas que implican a decenas de gobiernos y a centenares de científicos de todo el globo. Es cierto: solo elaboran informes y promueven acuerdos no vinculantes, pero sin ese primer paso no hay más.
Su acción ha provocado que el nivel de concienciación de la población mundial sea mayor que nunca, y con ello su disposición a hacer pequeños sacrificios colectivos: pagar ecotasas, asumir impuestos al gasóleo, pagar por las bolsas de plástico...
Para España, la última buena noticia es nuestra primera Ley de Cambio Climático, aprobada en mayo de 2021. Supone un impulso serio a la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes de energía renovables, a la sustitución de los vehículos de motor de combustión por los eléctricos y a la rehabilitación de los edificios antiguos para hacerlos más eficientes energéticamente.
El hecho es que la situación actual es tan negativa, y la toma de medidas tan lenta, que con toda seguridad la degradación de nuestro planeta va a ir en aumento aún durante bastantes años: los que están cursando 1º de ESO verán un planeta peor cuando se vayan del instituto. Pero quizás dentro de 25 años se pueda escribir en esta revista: "con certeza, los cambios que nuestras sociedades han acometido durante estas pasadas décadas, aseguran que el próximo 2047 los ecosistemas naturales de nuestro planeta serán más abundantes y ricos en especies que hoy".